lunes, 24 de noviembre de 2014

Ejercicio de revista domonical

En colaboración con Lorena Fernández Bravo

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Domingo 02 de noviembre de 2014
Los argentinos al volante
¿Los argentinos cumplen las normas de tránsito?
Por Lorena Fernández Bravo y Juan Dell’Acqua | Para revista ¿Qué opinas?
  
Seré directo: los argentinos son poco estrictos en el cumplimiento de las normas de tránsito. Basta con pararse a mirar la calle con atención para entender que la situación es un hecho, que quien escribe no está inventando nada. Las trasgresiones de las normas de tránsito –desgraciadamente- son variadas; desde pasar un semáforo en rojo, a estacionar el auto donde no corresponde, sin olvidar el exceso de velocidad. Y puedo seguir, desgraciadamente, puedo seguir.
Vivimos en una sociedad donde las normas parecen estar hechas para no ser respetadas, donde siempre la ventaja individual está por encima del respeto por el otro; a tal punto que no se respeta ni la fila de un colectivo.  Un gesto de solidaridad parece tener el mismo valor que el gol de Maradona a los ingleses.
¿Cuál será el motivo por el cual no se respeten las normas de tránsito? Si al fin y el cabo gran mayoría de los siniestros acontecen por el incumplimiento de las mismas. Quizás sea que la gente  tiene poco tiempo. Pero… ¿el apuro puede justificar una víctima fatal? No, claro que no. Por lo tanto, el problema no es solo “el apuro” sino la falta de conciencia de quien maneja. Por supuesto que no se puede poner en un mismo plano a una persona que conduce en un estado de conciencia alterado que aquel que pasa un semáforo en rojo, pero los resultados pueden ser los mismos.  
Una estadística[1] de la Dirección Nacional de Observatorio Vial –ente que depende del ministerio del interior y transporte- dice que el 70,5 % de los siniestros son diurnos y los que restan (29,5%) son nocturnos. En otras palabras, la mayoría de los accidentes ocurren durante en momentos laborales o de trámites, donde el tiempo apremia. Por lo tanto, para algunas personas, el precio de llegar más rápido es transgrediendo la norma. Una recomendación: salgan con más tiempo de anticipación.  
Me gustaría escuchar la frase “los argentinos manejan mal”, pero que la frase salga de boca de alguien que no se crea excluido en esa frase; que no sea cosa de “los otros”. La gente cree que la culpa la tiene el otro, el argentino utiliza esta especie de mecanismo psicológico y pone los males “en la gente”. Le pido a quienes estén leyendo esto que dejen de proyectar las faltas en el otro y comiencen a hacerse cargo de que todos somos transeúntes, y por lo tanto, hay que respetar las normas del tránsito si queremos que este funcione correctamente.  
No me excluyo, no me lavo las manos, no delego responsabilidades. Soy consciente de que hay situaciones que nos apuran y creemos que lo más rápido es evadir las normas (como un semáforo en rojo a las tres de la mañana en una calle vacía) porque parece que nada malo puede suceder. Pero lo inesperado a veces ocurre, y cuando ocurre, no hay lugar para arrepentimientos tardíos. 
Las consecuencias de no cumplir con las normas de tránsito pueden ser simples multas, donde se supone que uno repara la falta que hizo abonando la suma correspondiente. Pero una muerte no se paga, al que se va no lo devuelve nadie. Como dice el slogan, si se puede evitar no es un accidente.



[1] Informe sobre siniestros 2013. El mismo fue extraído del sitio web de la dirección nacional de observatorio vial. 

“Flasheando” en quinientas palabras (Argumentación)

¡Atención! este texto ayudará a dilucidar (o intentará hacerlo) la palabra “flashear”. A usted, que cuando se encuentra en un viaje en el colectivo, en un bar, en la cola de un banco o en una determinada situación, y escucha esta expresión de la boca de otros individuos, no entiende de que cosa están hablando. A ver…
Bien sabido es que, si queremos tomar una fotografía  y no contamos con suficiente luz, apelamos a un recurso que provee la cámara fotográfica llamado flash; un destello de luz extra para que la foto salga con mayor claridad, pero que provoca una molestia en los ojos del receptor por unos segundos.  En otras palabras, el flash entorpece la visión de manera efímera: de aquí se derivan expresiones como “me mató el flash”, “no veo nada”,  “me dejó estúpido”; el fotografiado permanece desconcertado unos segundos. 
Por lo tanto, etimológicamente flashear deriva de una condición técnica de la cámara, el flash. La palabra, como se verá a continuación, fue resignificada por la sociedad y tiene un sentido metafórico. ¿Qué significados adopta en el uso cotidiano?
Lo que flashea es lo que produce confusión al destinatario. Se puede retratar de la siguiente manera: suponiendo una conversación entre dos amigos, el primero comienza a decir  una sarta de incoherencias, que el segundo frena al compás de “no te entiendo, estás flasheando”. Dicho de otra manera, en este caso la incomprensión se produce por el difuso mensaje del hablante, pues este comete el error de no expresarse correctamente y es quien lo escucha el que le marca su falta.
 O bien, puede ser quien habla el que se dé cuenta de su error, de que está confundido en lo que dice.  Si alguien comienza a hablar sobre un determinado tema, y se da cuenta de que algo de lo que dijo está equivocado, puede apelar a la palabra en cuestión para transmitírselo a quien lo escucha.  La frase “Perdón, flashee” cumpliría la función de decir “Perdón, estaba equivocado en lo que dije”.    
Flashear también contempla lo inesperado, lo que sorprende.  Este sentido de la palabra se refuerza en la ciudad que, al albergar multitudes, ofrece pocas posibilidades de que dos conocidos de crucen “por casualidad”.  Entonces, Si dos personas se encuentran después de mucho tiempo, uno de los dos le diría al otro “que flash encontrarte” haciendo referencia a lo raro que es encontrarse de esa manera.
Lo extraño también está incluido en la expresión; puede ser de manera positiva o negativa. Una persona “es un flash” cuando le resulta extraña a otra, es decir, no le produce confianza o no le cae bien y entonces, se utiliza la palabra con un sentido negativo. Pero si nos topamos con algo que desconocíamos, y nos resulta raro, pero nos agrada, ese algo sería un “flash” en el buen sentido; bien podría ser un género musical que no conocíamos pero que nos gustó.   
Los usos mencionados de la expresión “flashear” evidencian una resignifcación de un recurso fotográfico.  Es decir, flashear etimológicamente hace referencia a sentirse entorpecido a causa del flash de la cámara; la sociedad traslada este significado para describir otras situaciones. El significado pasa a tener un uso metafórico. 

Aguafuerte

En colaboración con Ignacio Luongo

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Comparto, luego existo

El fenómeno del autorretrato se ha propagado en todas las esferas y estratos sociales debido al gran incremento de las cámaras incorporadas en los nuevos dispositivos digitales: el uso masivo de celulares de última generación y las plataformas de redes sociales. El término "selfie" [1] se utilizó por primera vez durante un foro de Internet en Australia pero, el responsable de su popularidad, es el “Oxford English Dictionary”, un foro que nombró a éste fenómeno “palabra inglesa” del año en 2013. Como todos sabemos, las academias certificadas dentro de comunidades científicas, ofrecen legitimación, y su fuerza e incidencia es tal, que hasta los fabricantes de teléfonos móviles se han apresurado para aumentar los megapíxeles y las funciones de la cámara frontal de sus nuevos terminales.
La fotografía es un recuerdo, un momento que se congela para preservarlo del paso del tiempo ¿La selfie conserva esta lógica?  Pareciera, más bien, que este uso se ha degenerado debido a que el fenómeno de las selfies viene acompañado por otro :el de la permanente exposición generada por las redes sociales y mensajerías electrónicas que afecta a la privacidad de cada uno, ya que tal exposición genera la necesidad de compartir cada momento.
 Es así como las sel­fies son la herra­mienta de la con­ti­nui­dad de la innovación, el dia­rio íntimo en la época de la ima­gen de bol­si­llo. Con las fotos se man­tiene el regis­tro de los días, se con­forma un dia­rio que no es íntimo sino com­par­tido. Se hacen sel­fies en los encuen­tros fami­lia­res, en la abu­rrida sole­dad de los domin­gos, junto a los pla­tos lla­ma­ti­vos en el res­tau­rante, con el regalo reci­bido en cum­plea­ños o desde la cama semidesnudos post acto sexual. Las sel­fies se pue­den entender como los rever­sos de las viejas pos­ta­les de las vaca­cio­nes, que tenían detrás una frase contundente: “Hola desde la playa ¿Qué tal? Por aquí todos bien”. La foto per­mite dar ese mismo tes­ti­mo­nio sin nece­si­dad de arti­cu­larlo. Si hubié­ra­mos podido apa­re­cer en el fron­tal de las pos­ta­les tal vez todas habrían cir­cu­lado en blanco. Por eso la pre­sen­ta­ción ofi­cial de las sel­fies son los pro­ver­bios, los con­se­jos, las fra­ses hechas, los lemas de auto­ayuda. Algunos ejemplos son: “Hoy es el pri­mer día del resto de tu vida”; “caerse está per­mi­tido, levan­tarse obliga­to­rio”.
A las fotos del día a día las acom­paña la sabi­du­ría de galletita china, con­se­jos de abuela o inter­ven­cio­nes de reper­to­rio, como rever­sos de una pos­tal donde el lugar donde esta­mos es el noso­tros del espejo. La foto refleja tu ánimo, da cuenta de lo que te rodea y ade­más te coloca en las cosas, te incluye como par­ti­ci­pante en lo suce­dido. Ese giro se nota en la calle: ahora al famoso que pasea no se lo retrata cuando cruza la ave­nida -ese es el ofi­cio de los extintos papa­razzi, tema que merecería un abordaje profundo- sino que debe ser atra­pado en una sel­fie. Debe entrar en el encua­dre junto al pro­pie­ta­rio de la cámara. El autó­grafo te con­ver­tía en tes­ti­mo­nio, pero la sel­fie te hace partícipe.
Tomemos, por ejemplo, la situación de la reunión familiar: un núcleo familiar que está conformado de manera clásica, es decir, por un padre, una madre y dos hijos. Un jueves a las veintiuna horas, se los puede apreciar cenando y festejando el cumpleaños de “Pedrito”, el primogénito. Mientras la cena transcurre, el cumpleañero propone una fotografía de los cuatro; la moción es bien recibida y la selfie se lleva a cabo. Acto seguido, el individuo comparte la foto con su red social. ¿Qué será lo importante para Pedrito, cenar con su familia o mostrarle este evento a su entorno?  Podemos ir más allá. Pedrito decide ir con su familia a ver un partido de futbol.  Mientras el cotejo transcurre, nuestro protagonista se toma una fotografía junto a su familia. Luego la envía a sus amigos por medio de su celular, lo que deriva en una conversación mientras el partido continua. Dicho de otra manera, el comportamiento de este pusilánime se basa en hablar con otro sobre un acontecimiento que está presenciando pero al que no le presta atención.    
   No hace falta otro ejemplo para preguntarse ¿Hasta qué grado de exposición se someterá el ser humano?  No sorprendería que dentro de poco aparezca una selfie de Pedrito defecando.


[1]  No podemos pasar por alto que la primer "selfie" de la historia –cinematográfica- fue de la película "Thelma and Louise", y tampoco podemos dejar de nombrar que las actrices volvieron a recrear su “selfie”por la fiebre creada.

Contraargumentación a Adorno y Horkheimer

  En colaboración con Romina Soria e Ignacio Loungo
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En “La dialéctica del iluminismo”, Adorno y Horkheimer afirmar “la comunicación procede a igualar a los hombres aislándolos”. No estamos de acuerdo con lo que sostienen los autores y a continuación expondremos nuestras consideraciones.  En primer lugar, hay que tener en cuenta que el texto fue escrito en 1944, en el contexto de la segunda guerra mundial y de los regímenes fascistas en el poder. Estos últimos habían establecido un vínculo con las grandes masas por medio de la propaganda oficial, basándose en la idea de unidad; dicha integración se logró mediante el uso de medios de comunicación, sobre todo a través de la radiodifusión o el tradicional periódico. Este mecanismo permitió el apoyo de gran parte de la población a los regímenes fascistas.
Sesenta años más tarde, estamos en condiciones de refutar el postulado de Adorno y Horkheimer. El problema no son los medios de comunicación en abstracto, sino los usos que los hombres le den. En el caso anteriormente citado, el fascismo usaba los medios de comunicación para inculcar su ideología a la población con el fin de legitimar su poder; actuaban para inducir el consentimiento de los ciudadanos.  
Si la comunicación es vista de otra manera, podemos afirmar que los medios de comunicación (tanto antiguos como modernos) permiten la circulación de la información. En el caso fascista, el monopolio de los medios de comunicación, junto a una fuerte censura de los medios alternativos, generaba que la información fuera reducida, parcial y hegemónica. La libertad de prensa y una mayor variedad de medios de comunicación permite que la información sea más rica cuantitativamente, lo cual le permite al lector un mayor margen de elección sobre que leer a la hora de informarse.
Por otro lado, las nuevas tecnologías posibilitan la conexión instantánea de personas, más allá de la lejanía geográfica. Un ejemplo claro es el de la telefonía. 
A continuación, expondremos los principales argumentos que apoyan la hipótesis de Adorno y Horkheimer, para ver su inconsistencia histórica. 
-El primero sostiene que la radio impide hablar a los hombres entre sí. Eso es falso, ya que si hay dos personas en el mismo espacio físico y están escuchando la radio, ésta no los imposibilitaría a entablar un diálogo entre sí, ya que posiblemente el tema de conversación de estos esté relacionado con lo que estén escuchando en el programa de radio. Entonces, según nuestra opinión, el acto de escuchar la radio no necesariamente impide a los hombres hablar entre sí; sino que, incluso, puede llegar a ser el puntapié inicial de la conversación.
-El otro argumento manifiesta que: “Los tabiques y subdivisiones en las oficinas y bancos permitían el empleado charlar con el colega y hacerlo partícipe de modestos secretos; las paredes de vidrio de las oficinas modernas, las salas enormes en las que innumerables empleados están juntos y son vigilados fácilmente por el público y por los jefes no conscientes a  ya conversaciones o idilios privados. Ahora incluso en las oficinas el contribuyente está garantizado contra toda pérdida de tiempo por parte de los asalariados”. Aquí se habla del control sobre los trabajadores y no siempre es negativo. La exposición de los trabajadores busca que el cliente pueda visibilizar el trabajo de éstos; por ejemplo, en el caso de un local gastronómico, al cliente le genera más confianza ver cómo se elabora y se cocina el producto que va a consumir.
-A continuación, los autores aseguran “Los trabajadores se hallan aislados dentro de lo colectivo”. Hace referencia, al igual que el anterior, a la división en las oficinas de una empresa u organización. Esto no es así ya que, si bien existe una separación física de los trabajadores (como de los individuos en una ciudad), la separación está vinculada a la división de tareas y funciones que son análogas a la división de las instituciones en la sociedad. Esto permite una mayor especialización en las funciones o tareas que debe desempeñar un individuo, grupo o institución pero no imposibilita la comunicación entre éstos. 
-Por otro lado, se afirman que “El auto ha tomado el lugar del tren. […] los hombres viajan sobre círculos de goma rígidamente aislados los unos de los otros” Pero en verdad, quienes utilizan un automóvil lo hacen porque son más cómodos que el tren, como también por la independencia de trasladarse a cualquier lugar y en cualquier momento, en vez de someterse a los viajes programados y rígidos de los trenes. A esto se suma que en el tren hay distanciamiento entre individuos; más allá de compartir el mismo lugar físico, son personas que no se conocen, mientras que en un automóvil, se comparte el viaje con conocidos.
Cuando en los week-ends o en los viajes se encuentran en los hoteles, cuyos menus y cuartos son-dentro de los precios iguales- perfectamente idénticos, los visitantes descubren que, a través del creciente aislamiento, han llegado a asemejarse cada vez más”. En este fragmento Adorno y Horkheimer aseveran la homogeneización de los productos de alcance masivo, propios de aquel momento, pero actualmente estos se han diversificado y especializado cada vez más con el objetivo de personalizar la oferta. Relacionar el aislamiento de los hombres con la igualdad a la hora de consumir, de esta manera, carece de sentido; y más aún, si luego se afirma que “la comunicación procede a igualar a los hombres aislándolos”.  

Para concluir, y como bien dijimos desde el comienzo, el problema no es la comunicación  -entendida como la circulación de información- sino la manera en que se lleve a cabo. Los medios de comunicación juegan un papel fundamental en la sociedad de masas, ya que desempeñan la función de difundir información de manera masiva. En la coyuntura fascista los medios eran monopólicos y respondían directamente a estos regímenes para imponer su ideología en la población. Actualmente, existe una pluralidad de medios de comunicación, cada uno con una posición propia que defiende intereses determinados. Esto significa un aumento cuantitativo de la información, al existir una diversificación de mensajes transmitidos por lo medios de información a la sociedad. Por ello, el lector tiene la posibilidad de elegir –en teoría- qué leer a la hora de informarse.