lunes, 24 de noviembre de 2014

Aguafuerte

En colaboración con Ignacio Luongo

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Comparto, luego existo

El fenómeno del autorretrato se ha propagado en todas las esferas y estratos sociales debido al gran incremento de las cámaras incorporadas en los nuevos dispositivos digitales: el uso masivo de celulares de última generación y las plataformas de redes sociales. El término "selfie" [1] se utilizó por primera vez durante un foro de Internet en Australia pero, el responsable de su popularidad, es el “Oxford English Dictionary”, un foro que nombró a éste fenómeno “palabra inglesa” del año en 2013. Como todos sabemos, las academias certificadas dentro de comunidades científicas, ofrecen legitimación, y su fuerza e incidencia es tal, que hasta los fabricantes de teléfonos móviles se han apresurado para aumentar los megapíxeles y las funciones de la cámara frontal de sus nuevos terminales.
La fotografía es un recuerdo, un momento que se congela para preservarlo del paso del tiempo ¿La selfie conserva esta lógica?  Pareciera, más bien, que este uso se ha degenerado debido a que el fenómeno de las selfies viene acompañado por otro :el de la permanente exposición generada por las redes sociales y mensajerías electrónicas que afecta a la privacidad de cada uno, ya que tal exposición genera la necesidad de compartir cada momento.
 Es así como las sel­fies son la herra­mienta de la con­ti­nui­dad de la innovación, el dia­rio íntimo en la época de la ima­gen de bol­si­llo. Con las fotos se man­tiene el regis­tro de los días, se con­forma un dia­rio que no es íntimo sino com­par­tido. Se hacen sel­fies en los encuen­tros fami­lia­res, en la abu­rrida sole­dad de los domin­gos, junto a los pla­tos lla­ma­ti­vos en el res­tau­rante, con el regalo reci­bido en cum­plea­ños o desde la cama semidesnudos post acto sexual. Las sel­fies se pue­den entender como los rever­sos de las viejas pos­ta­les de las vaca­cio­nes, que tenían detrás una frase contundente: “Hola desde la playa ¿Qué tal? Por aquí todos bien”. La foto per­mite dar ese mismo tes­ti­mo­nio sin nece­si­dad de arti­cu­larlo. Si hubié­ra­mos podido apa­re­cer en el fron­tal de las pos­ta­les tal vez todas habrían cir­cu­lado en blanco. Por eso la pre­sen­ta­ción ofi­cial de las sel­fies son los pro­ver­bios, los con­se­jos, las fra­ses hechas, los lemas de auto­ayuda. Algunos ejemplos son: “Hoy es el pri­mer día del resto de tu vida”; “caerse está per­mi­tido, levan­tarse obliga­to­rio”.
A las fotos del día a día las acom­paña la sabi­du­ría de galletita china, con­se­jos de abuela o inter­ven­cio­nes de reper­to­rio, como rever­sos de una pos­tal donde el lugar donde esta­mos es el noso­tros del espejo. La foto refleja tu ánimo, da cuenta de lo que te rodea y ade­más te coloca en las cosas, te incluye como par­ti­ci­pante en lo suce­dido. Ese giro se nota en la calle: ahora al famoso que pasea no se lo retrata cuando cruza la ave­nida -ese es el ofi­cio de los extintos papa­razzi, tema que merecería un abordaje profundo- sino que debe ser atra­pado en una sel­fie. Debe entrar en el encua­dre junto al pro­pie­ta­rio de la cámara. El autó­grafo te con­ver­tía en tes­ti­mo­nio, pero la sel­fie te hace partícipe.
Tomemos, por ejemplo, la situación de la reunión familiar: un núcleo familiar que está conformado de manera clásica, es decir, por un padre, una madre y dos hijos. Un jueves a las veintiuna horas, se los puede apreciar cenando y festejando el cumpleaños de “Pedrito”, el primogénito. Mientras la cena transcurre, el cumpleañero propone una fotografía de los cuatro; la moción es bien recibida y la selfie se lleva a cabo. Acto seguido, el individuo comparte la foto con su red social. ¿Qué será lo importante para Pedrito, cenar con su familia o mostrarle este evento a su entorno?  Podemos ir más allá. Pedrito decide ir con su familia a ver un partido de futbol.  Mientras el cotejo transcurre, nuestro protagonista se toma una fotografía junto a su familia. Luego la envía a sus amigos por medio de su celular, lo que deriva en una conversación mientras el partido continua. Dicho de otra manera, el comportamiento de este pusilánime se basa en hablar con otro sobre un acontecimiento que está presenciando pero al que no le presta atención.    
   No hace falta otro ejemplo para preguntarse ¿Hasta qué grado de exposición se someterá el ser humano?  No sorprendería que dentro de poco aparezca una selfie de Pedrito defecando.


[1]  No podemos pasar por alto que la primer "selfie" de la historia –cinematográfica- fue de la película "Thelma and Louise", y tampoco podemos dejar de nombrar que las actrices volvieron a recrear su “selfie”por la fiebre creada.

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