En colaboración con Romina Soria e Ignacio Loungo
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En “La dialéctica del
iluminismo”, Adorno y Horkheimer afirmar “la comunicación procede a igualar a
los hombres aislándolos”. No estamos de acuerdo con lo que sostienen los
autores y a continuación expondremos nuestras consideraciones. En primer lugar, hay que tener en cuenta que
el texto fue escrito en 1944, en el contexto de la segunda guerra mundial y de
los regímenes fascistas en el poder. Estos últimos habían establecido un
vínculo con las grandes masas por medio de la propaganda oficial, basándose en
la idea de unidad; dicha integración se logró mediante el uso de medios de
comunicación, sobre todo a través de la radiodifusión o el tradicional
periódico. Este mecanismo permitió el apoyo de gran parte de la población a los
regímenes fascistas.
Sesenta años más tarde, estamos
en condiciones de refutar el postulado de Adorno y Horkheimer. El problema no
son los medios de comunicación en abstracto, sino los usos que los hombres le
den. En el caso anteriormente citado, el fascismo usaba los medios de comunicación
para inculcar su ideología a la población con el fin de legitimar su poder;
actuaban para inducir el consentimiento de los ciudadanos.
Si la comunicación es vista de
otra manera, podemos afirmar que los medios de comunicación (tanto antiguos
como modernos) permiten la circulación de la información. En el caso fascista,
el monopolio de los medios de comunicación, junto a una fuerte censura de los
medios alternativos, generaba que la información fuera reducida, parcial y
hegemónica. La libertad de prensa y una mayor variedad de medios de
comunicación permite que la información sea más rica cuantitativamente, lo cual
le permite al lector un mayor margen de elección sobre que leer a la hora de
informarse.
Por otro lado, las nuevas
tecnologías posibilitan la conexión instantánea de personas, más allá de la
lejanía geográfica. Un ejemplo claro es el de la telefonía.
A continuación, expondremos los
principales argumentos que apoyan la hipótesis de Adorno y Horkheimer, para ver
su inconsistencia histórica.
-El primero sostiene que la radio
impide hablar a los hombres entre sí. Eso es falso, ya que si hay dos personas
en el mismo espacio físico y están escuchando la radio, ésta no los
imposibilitaría a entablar un diálogo entre sí, ya que posiblemente el tema de
conversación de estos esté relacionado con lo que estén escuchando en el
programa de radio. Entonces, según nuestra opinión, el acto de escuchar la
radio no necesariamente impide a los hombres hablar entre sí; sino que,
incluso, puede llegar a ser el puntapié inicial de la conversación.
-El otro argumento manifiesta que:
“Los tabiques y subdivisiones en las
oficinas y bancos permitían el empleado charlar con el colega y hacerlo
partícipe de modestos secretos; las paredes de vidrio de las oficinas modernas,
las salas enormes en las que innumerables empleados están juntos y son
vigilados fácilmente por el público y por los jefes no conscientes a ya conversaciones o idilios privados. Ahora
incluso en las oficinas el contribuyente está garantizado contra toda pérdida
de tiempo por parte de los asalariados”. Aquí se habla del control sobre
los trabajadores y no siempre es negativo. La exposición de los trabajadores
busca que el cliente pueda visibilizar el trabajo de éstos; por ejemplo, en el
caso de un local gastronómico, al cliente le genera más confianza ver cómo se
elabora y se cocina el producto que va a consumir.
-A continuación, los autores
aseguran “Los trabajadores se hallan
aislados dentro de lo colectivo”. Hace referencia, al igual que el anterior,
a la división en las oficinas de una empresa u organización. Esto no es así ya
que, si bien existe una separación física de los trabajadores (como de los
individuos en una ciudad), la separación está vinculada a la división de tareas
y funciones que son análogas a la división de las instituciones en la sociedad.
Esto permite una mayor especialización en las funciones o tareas que debe
desempeñar un individuo, grupo o institución pero no imposibilita la
comunicación entre éstos.
-Por otro lado, se afirman que “El auto ha tomado el lugar del tren. […] los
hombres viajan sobre círculos de goma rígidamente aislados los unos de los
otros” Pero en verdad, quienes utilizan un automóvil lo hacen porque son
más cómodos que el tren, como también por la independencia de trasladarse a
cualquier lugar y en cualquier momento, en vez de someterse a los viajes
programados y rígidos de los trenes. A esto se suma que en el tren hay
distanciamiento entre individuos; más allá de compartir el mismo lugar físico, son
personas que no se conocen, mientras que en un automóvil, se comparte el viaje
con conocidos.
“Cuando en los week-ends o en los viajes se encuentran en los hoteles,
cuyos menus y cuartos son-dentro de los precios iguales- perfectamente
idénticos, los visitantes descubren que, a través del creciente aislamiento,
han llegado a asemejarse cada vez más”. En este fragmento Adorno y
Horkheimer aseveran la homogeneización de los productos de alcance masivo,
propios de aquel momento, pero actualmente estos se han diversificado y
especializado cada vez más con el objetivo de personalizar la oferta.
Relacionar el aislamiento de los hombres con la igualdad a la hora de consumir,
de esta manera, carece de sentido; y más aún, si luego se afirma que “la comunicación procede a igualar a los
hombres aislándolos”.
Para concluir, y como
bien dijimos desde el comienzo, el problema no es la comunicación -entendida como la circulación de información-
sino la manera en que se lleve a cabo. Los medios de comunicación juegan un
papel fundamental en la sociedad de masas, ya que desempeñan la función de
difundir información de manera masiva. En la coyuntura fascista los medios eran
monopólicos y respondían directamente a estos regímenes para imponer su
ideología en la población. Actualmente, existe una pluralidad de medios de
comunicación, cada uno con una posición propia que defiende intereses
determinados. Esto significa un aumento cuantitativo de la información, al
existir una diversificación de mensajes transmitidos por lo medios de
información a la sociedad. Por ello, el lector tiene la posibilidad de elegir
–en teoría- qué leer a la hora de informarse.
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