miércoles, 15 de octubre de 2014

Crónica: el caso los videoclubs en Argentina

En colaboración con Daniela Domleo, Maximiliano Zomer y Tomás Toppino 

       Lo que el tiempo NO se llevó         

El sábado veintitrés de agosto, alrededor del mediodía, le enviamos un mensaje a la casilla de correo electrónico del videoclub. La respuesta llegó pocas horas después, en la franja horaria conocida coloquialmente como “la tarde”. Muy amablemente, nos respondieron que nos contactáramos por teléfono para coordinar una entrevista personal.
El local elegido llegó a nosotros producto de una previa investigación por la web. En un artículo del sitio Cinematófilos[1], el local “Bellinzone” era mencionado, quizá por ser un caso emblemático del negocio dedicado al alquiler de películas. Este tipo de negocios, tuvo un gran ascenso en los años noventa y ahora parece más bien ser un recuerdo lejano.  
El motivo de esta elección aún resulta dudoso para todos nosotros, quizá el lugar geográfico en el cual se encuentra ubicado, fue lo que nos hizo creer que era conveniente realizar la entrevista ahí; claro, todo esto suponiendo que nos darían el OK. La rápida respuesta a nuestro correo electrónico, nos hizo pensar positivamente.
Así las cosas, uno de nosotros se encargó de telefonearlo el siguiente lunes por la mañana. La breve conversación telefónica fue satisfactoria debido a que fuimos citados en la calle Juan María Gutiérrez (altura casi 3900), el día martes, o mejor dicho, al otro día a las 16 horas. 
Lo dicho: el martes fue el día del encuentro. Dos de nosotros nos reunimos un rato antes a pensar qué temáticas incluiría la entrevista al dueño del local, pero inoportunamente nos demoramos más de la cuenta.  Arribamos a las 16.30 horas, para sorpresa de quien nos citó, ya que explícitamente nos había comunicado que a esa hora, él debía abrir el local. Nuestra carta de presentación con Fabián -dueño de Bellinzone- fue una llegada tarde, aunque esto no impidió que la mencionada entrevista fuera realizada curiosa y anecdóticamente.  


Llevamos a cabo un diálogo previo a la entrevista, en el cual nos presentamos como estudiantes de la carrera  Ciencias de la Comunicación de la UBA, y le comentamos brevemente a qué apuntaban las preguntas de nuestro trabajo. Por último, le consultamos si no había inconveniente para que grabaramos, con el celular, sus respuestas; “ningún problema”.
Fabián tuvo razón en citarnos antes del horario de apertura del local, ya que estuvimos hasta las 17.20 aproximadamente, por la cantidad de clientes que acudían a este, o que lo llamaban por teléfono. Por ello, la entrevista se vió interrumpida repetidas veces, pero nunca nos olvidamos, que Fabián nos estaba haciendo un favor.
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           Fabián emprendió su negocio en un contexto en el cual la sociedad, desde varios años antes, ya se encuentra habituada al consumo del séptimo arte[2], de manera doméstica. Pero cuando el californiano George Atkinson decidió en 1977 montar un videoclub, no existía el hábito del  alquiler de películas -en ese momento en formato Betamax y VHS-.
Un mes antes de que Atkinson comience con el negocio, la distribuidora Magnetic Video  había colocado a la venta unos cincuenta títulos, a un precio de 1000 dólares, cada una. Pero nuestro pionero atentó contra la iniciativa de las grandes productoras, de instalar la costumbre de la colección de películas, alquilandolas él, a un precio de 50 dólares.
          Tras varios procesos judiciales contra Video Station (nombre del videoclub de Atkinson), que corrió peligro de desaparecer, pudo ser remontado y, en el año 1983, ya se habían generado unas 600 franquicias en todo EEUU.
            Ya pasaron 30 años de la aparición del primer videoclub en Argentina y nos encontramos a pocos días de que se cumplan los 10 años de la fundación de “La Cámara Argentina de Videoclubes”(C.A.VI.C), la cual se fundó el 27 de septiembre de 2004, fecha establecida, desde ese momento, como el “Día del Videoclubista”.
*** 
Fabián se considera un videoclubista nato, ya que su pasión por el séptimo arte, comenzó mucho antes de emprender el negocio de su propio videoclub. Trabajó en producción de cine y se formó como profesional en el área.  Al cabo de un largo tiempo, harto de producir material audiovisual, pero aún aferrado a su pasión cinéfila, decidió emprender el negocio del alquiler de películas. 
Esto fue en el año 2005 y coincidió con la aparición del DVD en la Argentina; el cambio de formato le resultó favorable al ser novedoso, versátil y de calidad superior que su antecesor, el VHS.  
En un primer momento, la competencia resultó dura. Este local, ubicado en la zona del Botánico, convivía con otros seis dedicados al mismo rubro -entre ellos, la cadena Blockbuster-, a unas pocas cuadras a la redonda. Visto de esta manera, parecía un absurdo pensar en la permanencia de un negocio que ya lleva nueve años abierto.  Pero Fabián pudo salir adelante, mediante  lo que él considera una “atención especializada a su público”. La buena atención a su clientela y la recomendación de films, hacen a este trato diferenciado[3]. Es menester destacar que las grandes cadenas como Blockbuster, que ofrecían ciertas comodidades (delivery  o flexibilidad en el horario de devolución de películas), o stock variado de productos (como snacks, CD’s de música, juegos electrónicos), tenían como contracara un trato distante al cliente.  

 Otra estrategia de la que se vale, Fabián, para hacer frente a la competencia, es el tipo de Films al que su negocio apunta. ¿Qué tipo de películas debía ofrecer? En un principio, optó por incorporar las taquilleras o títulos con buenas calificaciones internacionales, ya que es lo más demandado. Pero con el tiempo, comenzó a incorporar cine europeo y asiático, porque es considerado de mayor culto. 

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             El vuelco de la sociedad, a mirar películas casi únicamente por internet, desde hace aproximadamente unos cinco años, a esta parte, es visto por el dueño del videoclub como un quiebre en la manera de consumir cine. Se puede acceder de manera legal (servicios pagos como “Netflix” o “Cablevisión on demand”, entre otros); o ilegal, pero con resultado similar: la comodidad le gana la pulseada al hábito del alquiler. 
 Lógicamente, esto afecta de manera negativa al negocio del alquiler de películas.  Un caso que da cuenta de esto fue el cierre de la importante cadena Blockbuster que a finales 2010 cerró todas sus sucursales en la Argentina,  cadena que diez años antes era uno de los monopolios (o EL monopolio) más importante. 
 En cuanto al acceso de cine vía internet, el alcance del usuario de ver películas ilegalmente pero gratis ofrece una dificultad al servicio pago online; éste a la vez le responde con innovaciones -como el formato  “Blue Ray” ya que tiene mejor  calidad de imagen que el DVD- para continuar con su negocio.
La clientela de Fabián mantiene en pie el tradicional negocio[4]. La mayoría de los clientes regulares son adultos y partidarios de la “cultura del alquiler”,esa que aunque no supera los  treinta años y ya parece arcaica. En menor medida están quienes acuden a Bellinzone por el tipo de films que ofrece al ser  difíciles de conseguir o tener poca circulación en el mercado; estos films son en su mayoría de culto (cine europeo y asiático) como bien antes mencionamos y sus demandantes son cinéfilos, profesores o estudiantes de cine.  
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Poder implementar un negocio de alquiler de películas online (al estilo Netflix) es un objetivo que todavía no pudo llevar a cabo Fabián, porque no encuentra quien desarrolle ese tipo sistema virtual. 
La cultura del videoclub no va a morir pero si va a seguir mutando de formatos, abandonándose así el formato físico” estas son las palabras que justifican su proyecto para el futuro.  
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  Agradecimientos y dedicatoria para Fabián, quien además de ser el protagonista de esta historia nos brindó su tiempo para que podamos llevar a cabo una entrevista.
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FUENTES
Datos recopilados en una entrevista presencial 26/08/2014 con Fabian, dueño de “Bellinzone”


[1] http://cinematofilos.com.ar/2013/09/en-plena-era-digital-la-especializacion.html
[2] Ricciotto Canudo acuñó  la expresión en su Manifiesto de las siete artes (1911) para hacer referencia al cine e incluirlo como un nuevo tipo de arte.

[3] Su recomendación de películas siempre se basa en el gusto de la persona. Por ejemplo, si una determinada persona prefiere películas de acción, la recomendación estará influenciada por ese género.
[4] Estéticamente pareciera que el tiempo no transcurrió en este espacio: Tapas de dvd con título de la película sobre estantes por doquier. En el momento en que pisamos el local (para llevar a cabo la entrevista) sentíamos que habíamos vuelto al año 2005 


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